19. LAS AVENTURAS DE ZACATÍN

Durante una semana exactamente Zacatín estuvo recluido en su apartamento climatizado. Nuestro objetivo era mantenerlo el tiempo mínimo imprescindible, hasta que su comportamiento mostrara que estaba acostumbrado a su nuevo entorno y que conocía y toleraba a sus compañeros de hacking. Durante esos siete días sus acciones de respuesta ante los estímulos exteriores fueron variando gradualmente. De los nervios y debatidas iniciales ante cualquier ruido extraño, o incluso ante la presencia de sus colegas (sobre todo de Aixa que por su gran tamaño lo intimidaba más), pasó a mostrarse relajado y hasta amigable. Los halcones peregrinos realizan simpáticos movimientos de cabeza (similares a los de cortejo en la edad adulta) para saludar de forma amistosa a otros miembros de su especie, y así recibía Zacatín a los visitantes que, curiosos, se asomaban a la ventana de su casa. Durante días presenció cómo sus vecinos se acicalaban, relajaban, bañaban y comían frente a la ventana de su domicilio; demostrándole mediante el lenguaje universal, el corporal, que allí encontraban cobijo, protección, descanso y relax.

La madrugada del viernes día 5 de julio, antes de que el alba rasgara la oscuridad de la noche, esparcimos en silencio varios trozos de comida por la terraza, y especialmente ante la puerta de la caja-nido donde Zacatín dormía ajeno a todo. Voluntarios del proyecto, pertrechados de prismáticos y teleobjetivos, se situaron en puntos estratégicos para seguir al halcón en sus primeros vuelos. Todo estaba preparado, pero había que esperar el momento propicio en que Aixa no estuviese en el suelo frente a la puerta y en cambio sí estuviera alguno de los machos, preferentemente Trevenque que por su carácter tranquilo facilitaría las cosas.

Posado en uno de los tejados cercanos a la caja de hacking,
Zacatín se prepara para su primer vuelo.

Y ya casi a las diez de la mañana el escenario adecuado, el descrito, el soñado, se produjo. Mientras Zacatín picoteaba un resto de comida del día anterior, abrimos la puerta muy despacio. Ninguno de los halcones del hacking se percató de la maniobra. En un momento dado Zacatín miró la exigua rendija que abrimos, saltó hacia ella y salió al exterior aterrizando sobre un trozo de paloma. Trevenque, frente a él, no se inmutó y siguió disfrutando de su desayuno. Zacatín empezó a comer mientras miraba curioso el nuevo escenario; parecía un halcón como los demás, solo que más inquisitivo. Acabado el primer trozo degustó un segundo mientras se paseaba con él en las garras por la terraza, reconociendo el entorno. Después voló al tejado desde el que Aixa, en su día, anotó las coordenadas de la terraza, situado detrás de la caja-nido. Mientras, los voluntarios lo seguíamos sin parpadear, con el corazón en el puño y emoción contenida. A las 13h, cuando el sol alcanzó la posición de Zacatín, este voló con soltura hacia la zona de la Facultad de Ciencias, giró en el aire y enfiló hacia el hacking posándose cerca del Hospital de San Rafael, a escasos cien metros de su lugar de partida. Pero el sol seguía hostigándole (seguro que en ese momento echaba de menos su fresquita cama de mármol) y voló hacia el centro de la ciudad para aterrizar a la sombra en una terraza lindante con la Gran Vía. Se mantuvo a la vista hasta que el implacable sol de julio lo alcanzó de nuevo y voló otra vez. Lo perdimos de vista a las 17h, cuando cogió velocidad y se confundió entre los edificios de la ciudad. Durante los días siguientes lo buscamos utilizando atalayas elevadas y haciendo guardia en el hacking, donde nunca faltó el alimento por si volvía. No hemos vuelto a tener noticias de él, ni buenas, ni malas.


Como se puede concluir del relato, el condicionamiento mental del halcón era perfecto y su tolerancia hacia sus compañeros la adecuada. Su liberación era una apuesta arriesgada por nuestra parte, y valiente por la suya. Quizás volvamos a verlo e identificarlo gracias a sus marcas alares, quizás siga los pasos, o el vuelo, de aquel halcón liberado en Barcelona que se marchó del hacking el primer día sin apenas saber volar, y fue recuperado herido seis meses después a más de 100 km de distancia. Ojalá que Zacatín, el halcón que fue libre cuando ya sabía, podía y quería volar, continúe coronando con su magnífica silueta una de las ciudades más bonitas del mundo.