5. ¿A QUÉ SABEN LAS NUBES?

¡Ya sé volar! Bueno, casi. Sería mejor decir que ya casi sé no caerme del cielo. Pero es que flotar no es sencillo, ¡no os vayáis a creer! Los últimos días han sido un poco moviditos. La otra mañana empecé a sentir algo en el pecho, una especie de presión, no sé como explicarlo. Entonces...pasó. Mis alas empezaron a agitarse, primero despacio, luego más rápido. Mis hermanos me miraban confundidos, medio dormidos todavía. -¿Qué le pasa a éste?- chistó Sulayr entre sueños... Pero yo no sabía qué me pasaba, de verdad. Mis alas estaban revolucionadas, no las controlaba. Algo me llamaba arriba. Y en un segundo me alcé. Estaba levitando. Qué sensación tan extraña. Podría intentar explicárosla, pero no puedo, no sé. Para un pájaro volar es casi como respirar, así que esa primera vez sentía que ahora sí era un pájaro de verdad, libre, que con la tierra solo me unía un cable invisible que yo podía estirar hasta el infinito. Hasta las estrellas...

¡Y vaya que si vi las estrellas! Diez minutos después de sacarme el carnet de piloto, las alas empezaron a bailar y no había manera de controlar aquello. Menos mal que había por allí cerca un algo grande y metálico, una grúa creo que las llamáis vosotros. Estaba parada, como las otras quince que había cerca, y no tenían pinta de volver a funcionar, no sé por qué... La cosa es que allí aterricé como pude, hasta que me recompuse un poco. Y volví a dejarme caer sobre el viento. Pequeños humanos, si supiérais a qué saben las nubes... Pero ese no era mi día. No. Y me atacaron. Por la espalda. Con alevosía. Sin miramientos. Y encima uno de la familia... ¡Un cernícalo! Sin preguntar. Vamos, que yo entiendo que tuviera su nido cerca. Y entiendo también que algunas veces nos hayamos comido alguno de los suyos. ¡Pero hombre! Si me estás viendo que no doy pie con bola... ¡Tranquilízate! En fin, que acabé llegando a una antena. Y de allí vuelta a la terraza con mis hermanos. Hogar, dulce hogar. Tenía el corazón a mil. Pero yo ya sabía eso que vosotros tanto os preguntáis: a qué huelen las nubes...

Por cierto, me han puesto nombre. Y ¡vaya nombre bonito! ¿Que queréis saber cuál es? ¿Y por qué me lo han puesto? ¿Y quién ha sido mi padrino? Pues tendréis que esperar hasta mañana. Entendedlo, es que mis hermanos están durmiendo. Y luego me dicen que si los molesto con las teclas. Son unos quejicas redomados, qué me vais a decir a mí...