4. EL SEÑOR DE LOS TEJADOS


Soy el Señor de los Anillos... Bueno, de los anillos no, en todo caso, de las “anillas”... En fin, quería decir que soy el Señor de los Tejados. Que me lío. ¿Habéis visto el vídeo? Miradme en cabeza, apatrullando las techumbres del Hospital de San Juan de Dios. No hay teja que se me resista, ni canalón que interrumpa la expedición. Soy el Miguel de la Quadra-Salcedo de los halcones. Hay que ver qué cosas, si es que tengo espíritu aventurero. Aunque el otro día el espíritu se me quedó grande y abrí las las y... yo creía que sabría volar... y me dejé llevar y...volé. Sí señor, volé. Como una piedra. Como una grácil espuerta de barro. Y acabé cayendo a un patio interior. ¡Ay que porrazo! Al momento había a mi alrededor un grupo de voluntarios que venían en mi auxilio y me subieron de nuevo al tejado. Vamos, si me hubieran dejado un minutito más estoy seguro de que me hubiera dejado llevar por el viento y habría llegado ligero y elegante hasta donde me hubiera propuesto. Pero se empeñaron en romper mi momento de gloria...

Últimamente estamos teniendo visita. Y no, no me refiero a los voluntarios que vienen a vernos con unos telescopios enormes y unos prismáticos oscuros. Hablan muy bajito. Pero yo los escucho. Me gusta escucharles. Dicen que cada vez estamos más grandes (y, en mi caso, más guapo), y se pasan las tardes sin quitarnos ojo de encima. Pero no es a esas visitas a las que me refiero, sino a la de las palomas. ¡Vaya pájaras! Vienen a espiarnos y se quedan mirando desde cualquier picacho, a donde no podemos llegar. Todavía... Se pavonean con el pecho hinchado, muy flamencas ellas, y pasan volando por delante de nuestras narices. ¡Habrase visto mayor desfachatez! Qué ganas de aprender a volar de verdad. Entonces veremos quién se pavonea... Palomitas, os declaramos la guerra.